En mi primera visita a Londres hace unas semanas, pude darme cuenta de que los hechos y circunstancias pueden hacer cambiar la percepción de las personas ante algo o alguien.Llegué aproximadamente a las 10.30 pm, luego de un leve retraso en Madrid, de donde partía el vuelo. Al llegar, seguí las indicaciones detalladas que me había ofrecido muy amablemente una persona que vive allá, y luego de pasar por un simple control de inmigración, me dispuse a buscar el camino para el underground -que no es más que el metro o subway-.
Al montarme en la estación de Heathrow en dirección a South Kensington, me percaté que eran 13 estaciones que tenía que andar, y luego cambiar y recorrer 4 más, en un metro que parecía de 1920. Estación que paraba, estación que se apagaban y encendían las luces. Sin contar con la poco limpieza de las estaciones y vagones.


Luego de estar durante 30 minutos andando en el underground, entró en una estación un hombre de unos 30 años aproximadamente, de origen latino claramente, tez morena, tal vez dominicano, con el pelo abarrotado de gomina, un anillo en cada dedo, y cadenas que sobresalían por su camisa. No tuvo otra brillante idea de sentarse a mi lado. La imagen y presencia que tenía solo me hacía pensar que era un ladrón, jefe de una banda o en el peor de los casos vendedor de droga. Por supuesto, ni me moví en un primer momento. Luego de 3 estaciones, «oí una voz del cielo que me decía» levántate: right NOW¡¡¡. Así lo hice y me alejé un poco de «mi compañero» de vagón, con actitud de bajarme en la próxima estación. Al cabo de 2 más estaciones entraron dos londinense con cierta prestancia que llevaba a pensar que pertenecían al mismo club del dominicano.


Los tres comenzaron a intercambiar palabras de forma relajada. Uno de los londinenses -gordo hasta el extremo- que ya tenía cierto grado el alcohol en la sangre, comenzó alzar la voz dirigiéndose al dominicano y este le respondía de la misma forma. En la siguiente estación, el latino intentó bajarse pero el gordo se lo impidió, entonces continúo la discusión. El dominicano se acercó a la cara del gordo y lo tocó. En ese momento, el gordo, como avalancha desbocada, se lanzó sobre el dominicano, y justo fueron a parar sobre la silla que yo había ocupado antes. De la que me salvé. Mi cara de asombro no era normal. Para rematar, entró a detener la pelea un grupo de jóvenes que estaban al otro lado del vagón. Afortunadamente, ya había llegado a South Kensington y me lancé hacia afuera.
La pelea continuó, al menos se apreciaba luego que el subway arrancó de nuevo para la siguiente estación. Esté fue mi primera noche en Londres. Afortunadamente, esté hecho fue olvidado y solapado ante la maravilla de ciudad. Vale la pena ir.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *